Escribe: PACO MORENO.
Su padre Mateo, el primer “Chato” Grados, más bajito que él, era un cantante que se ganaba la vida en una mina de Pasco y la perdía en las cantinas.
Mateo, entre tragos, se pavoneaba por talento de Eusebio, el segundo de sus siete hijos. Cierto día, un miserable que decía ser su amigo le dijo: “Oye, Mateo, tú estás hablando tonteras, cómo el hijo de un borracho va a ser cantante”.
El jovencito Eusebio escuchó esa terrible frase y la comentó en una entrevista con Renzo Gómez, el Héctor Lavoe del periodismo.
“Eso a mí me dejó cargado, marcado. Fue fuerte. ¡Eso fue un reto para mí! Yo siempre recuerdo esas palabras y, a veces, recordando doy una sonrisa de triunfo”.
Eusebio “Chato” Grados era un huancaíno que cantaba y baila, aunque había nacido en Pasco el 2 de diciembre de 1953. Era como un diablo pequeño que danzaba como guerrero.
Lo escupieron, lo ofendieron, lo maltrataron, lo marginaron, lo discriminaron de todas formas posibles; pero él nunca se dejó vencer por la adversidad.
Urpicha de oro, siempre vestía de gallo de pelea, como un carmelo huanca, y saltaba a la tarima para retumbarla. Bailaba con su propio pañuelo.
Ese chato ha hecho de todo en la vida. Lo maltrataban en las minas, ha pelado papas en la ciudad, ha limpiado baños y trabajado en lo que caía como lo hace nuestra gente del pueblo que nunca se rinde. Incluso fue pelotero. También quiso ser político.
Se curtió temprano y así puede explicarse sus apariciones, ya como cantante y danzante consagrado, incluso en programas extremadamente faranduleros. Lo que quería era que lo vieran cantar y bailar. Había indignación en él, esperanza también.
Cuando interpretaba «Una patria sin pobres» le ponía corazón: «La mulisa es la balada del alma de los pueblos del centro de mi patria”. “Yo soy el soldado, el obrero, el campesino, el estudiante. También soy la voz de un Perú que nunca se rinde, de un nuevo Perú que al fin ha de forjar una patria sin pobres.
Nadie le negará un sitial de privilegio en la verdadera historia de esa música huanca. Es el rey de esa música guerrera, rutilante.
Tuvo detractores, amigos, amores, cariños, sinsabores, y un volcán de música dentro que explotaba cuando la gente le pedía bailar.
Yo no sé qué pensaba el maestro Zenobio Dagha sobre Chato Grados; pero estoy seguro de que lo ha recibido con fiesta en esa comarca a donde llegaremos todos los que estamos vivos ahora.